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El arte del vidrio
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Cuenta la historia que el descubrimiento del vidrio se remonta al año 3.000 A.C. cuando, en el Oriente Medio, gracias a una fogata encendida en las arenosas orillas de un lago y cuyo terreno contenía una buena dosis de carbonato de calcio, se habrían formado curiosas gotitas por la mezcla, al calor, de la cal y la sílice. Unos años más tarde, los egipcios aprenderían a imprimirles el color.

Mi propio descubrimiento fue cuando tenía 6 o 7 años y llenaba los tubitos de anestecia, que usan los dentistas, con anilinas de colores para mirarlos a través de la ventana. A los 20 los sustituí por frascos de perfume. Fue, sin embargo, en el 2001 que gracias a Dale Chihuly y el cielo vidriado que exponía en el museo V&A de Londres, cuando caí subyugada frente a sus transparencias. El vidrio terminó por apoderarse de mí y no cejo en la búsqueda de todos sus misterios.